CRIS SOUSIL 31.10.2008
No abría ninguna puerta
su llave,
no entraba en ningún cajón
su ropa,
ya no cubría su mano
el guante,
tampoco entraban en sus pies
los zapatitos de cristal.
La música ya no era de fiesta,
los perros ya no saltaban en su llegada,
la cuna se mecía vacía,
por un agujero en el vaso
se huía el agua y la vida.
Buscaba las piezas del infinito rompe cabezas,
tiraba semillas en el jardín de sus pensamientos,
en su corazón todavía flores para regar,
frente a sus ojos tantos socorros,
en su mente ningún ladrillo, ningún cemento.
La casa ya no era hogar,
¿había sido un día?
Su esperanza sin luz era su ancla,
su amor era la corona de espinos,
su cobardía y su somnolencia formaban
la cruz.
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